Vistas de página en total

viernes, 28 de octubre de 2011

Papá, un día estuve triste y fue por vos

Él es negro, o por lo menos así le digo yo. Sin embargo, esa noche se veía traslucido, cojeaba por el dolor que lo agobiaba. Su cara empezaba a moldearse por preocupaciones que se disipaban en el aire para volver la noche triste. Él lloraba.

Yo solo me refugiaba en la egoísta preocupación de perderlo: “Lo siento, su padre ha muerto”. Porque era de esperárselo al ver aquél panorama. Él llevaba la camisa desabotonada y el dolor escondido en las bolsas de ese pantalón café que pretendía ser de diseñador. Dolor que- algunos médicos groseros- eliminaron del pecho de mi papá, no sin antes; poder presenciar la tristeza que recorría mi cerebro. Porque ahí se da la tristeza y se desprende hasta la vista, el gusto y la piel.

Pero hablemos de tristeza, porque sin tener un fleco que me caiga en la cara, puedo hablar de ella.

La tristeza no es redundante como otros sentimientos. Y lo digo yo que estuve triste. Porque ella ejerce una fuerza que se repite en in-contadas veces y nunca se viste de la misma forma. Es más, a veces, se confunde entre la hibridación o el origen de otro concepto. Así, Tristeza es: el sentimiento que hace que mi labio inferior tiemble in-coordinadamente y mis pupilas se mojen hasta vomitar una porción cuasi- redonda por la pérdida o presencia de algo. O por lo menos, el presentimiento de que eso acontecerá. Y si alguien no está de acuerdo, será porque su tristeza no es la misma que la mía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario